La fatiga pandémica describe la sensación de agotamiento y síndrome de trabajador quemado que hemos adquirido tras un año con nuestras vidas patas arriba por culpa del virus de la COVID-19. Se trata de una sensación muy real provocada por los efectos de la pandemia en nuestra vida, incluidas la restricción de actividades, la adopción de una vida social limitada, la hipervigilancia y la interacción virtual exhaustiva.
Es comprensible que todos nos sintamos cansados de los límites que hemos tenido que incorporar a nuestras vidas. Estamos hartos de llevar mascarillas, desinfectarnos, distanciarnos socialmente, estar lejos de la familia y los amigos, y de las rutinas de la “nueva normalidad”. No sabemos cuándo la vida volverá a la “normalidad” o si tras la pandemia esto llegará a ser posible. Aunque las vacunas nos han dado esperanza, todos estos meses de estrés e incertidumbre han hecho mella en nuestra salud emocional.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la fatiga pandémica como una “falta de motivación para seguir los protocolos de salud que se desarrolla lentamente con el tiempo como una respuesta esperada y natural a una crisis prolongada de la salud pública”.
La OMS cree que más de la mitad de la población mundial está sufriendo una fatiga pandémica que puede dar lugar a comportamientos imprudentes y a un repunte de los casos. Por ejemplo, es posible que uno se sienta menos preocupado con respecto al uso de mascarilla en público o al lavado de manos correcto. O uno podría bajar la guardia en lo que respecta a las prácticas de distanciamiento social.